viernes, 11 de enero de 2013

Ya no se fabrica la nostalgia como antes

Llega un momento de la vida en el que te das cuenta de que las primeras preguntas que te haces en las primeras mañanas de un nuevo año ya no versan sobre qué te van a traer los Reyes Magos o qué dibujos estarán poniendo en la tele; sino cómo es posible que Anne Igartiburu no haya muerto de un espasmazo mientras presentaba las Campanadas.

Es entonces, y sólo entonces, cuando notas el paso del tiempo. Y recuerdas que en este 2013 el codazo de Tassoti a Luis Enrique va a cumplir 19 años y que Lady Di lleva muerta casi 16. Dos años más, 18, hace que Mónica Lewinsky empezó a recibir clases de flauta de Bill Clinton; mientras que el próximo verano hará 20 años desde que Los del Río publicaron 'Macarena'.

Empiezas con eso y ya sigues pensando. Y te pones a recordar cosas de cuando eras chico. Como por ejemplo, la música. Y no me voy a poner a relatar sobre canciones de las que ahora piensas: "Dios mío. ¿Y yo escuchaba esta mierda?" Y tampoco sobre canciones de las que no se guarda un grato recuerdo, como por ejemplo la del camión de 'Family Frost'. Era una especie de franquicia que vendía productos congelados que, durante varios veranos me despertaba con su musiquita todos los miércoles a las once en punto de la mañana. Sí. He dicho "me despertaba". Por eso no guardo un grato recuerdo.

Por el contrario, sí lo tengo del radiocassette que había en casa, al igual que de las cintas piratas que tenían mis hermanos. Probablemente una de las poquísimas originales que había era una de 'Europe', que contenía una canción que seguro que a todos nos suena: The final countdown:

27 años va a cumplir. Casi nada. 28 tiene 'Money for Nothing' de 'Dire Straits'. Había por casa un librito con las letras de las canciones de este grupo que ya por entonces debía tener bastante tiempo. Aún así, me gustaba leer lo que decía la canción mientras la escuchaba, aunque no me enterara de una puta mierda.

El otro librito que rondaba por casa era uno con las letras de las canciones de los Beatles. Por algún motivo que desconozco, la canción que más escuchaba de ellos era 'Yesterday'. No sabía qué decía y con esa edad tampoco lo hubiera entendido; pero el caso es que la acababa poniendo casi siempre.

Y ya por último, no puedo pasar sin mencionar la extraña sensación que me produjo ir a casa de un amigo, entrar en su habitación y verla decorada por completo con pósters de tíos con los pelos largos, blandiendo guitarras y vestidos de negro. Ni tampoco cuando me dijo "te voy a poner una baladita" y me puso (y me descubrió) el 'Master of Puppets' de Metallica. 27 años va a cumplir también.

Eso sí. Por mucha calidad que tengan estas canciones, por muy buenas que sean sus letras; jamás podrán superar a los que para mí son los dos Greatest Hits de mi infancia. Aquí está el número dos y este es el uno. Temazos.

Si hablamos de música, tampoco nos podemos olvidar de la televisión. Porque señoras y señores, lo que había antes SÍ era televisión. Empezando por el inolvidable Barrio Sésamo, que lo mismo te enseñaba a contar con el Conde Draco:



 Que te enseñaba los números como si te hubieras metido un chute de LSD:



Tampoco puedo dejar de expresar mi admiración por los que se metían dentro de Espinete y Don Pimpón, ni por la agilidad que demostraban. Fueron personajes absolutamente míticos de mi infancia.



Bola de Dragón; Oliver y Benji; el Chavo del Ocho, los Power Rangers; el Equipo A; McGyver; el Príncipe de Bel-Air... Por no hablar del sábado. Porque el sábado no sólo era el único día de la semana en el que te podías levantar y acostar a la hora que te saliera del trócolo, sino que también tenía una programación televisiva de categoría.

A las tres de la tarde empezaba en Telecinco 'Humor amarillo', que te daba la valiosa lección de que no hay que reírse de las desgracias de los demás:



A las cuatro de la tarde, algunas veces, Canal Sur ponía alguna película de Bud Spencer y Terence Hill. Justo después echaban un partido de fútbol de Segunda o Segunda B; y a las 9 de la noche, el de Primera. Por no hablar de que durante algunos años, los sábados por la noche también solían echar alguna película (tosidos)... extranjera. Italiana, francesa, estadounidense... (más tosidos) de por ahí. La verdad es que no recuerdo así ningún diálogo filosófico. Será que tengo mala memoria (más tosidos todavía). Que por cierto, Sylvia Kristel murió hace tan sólo unos meses.

Eso que echaba Canal Sur (nunca la he visto tanto como entonces) fue una revolución porque antes la única arma que tenías era la imaginación. Me sé de algunos que la ejercitaron hasta sus últimas consecuencias. Yo tenía imaginación, pero no tanta, y prefería algo menos dañino para mis retinas.

Las mejores jugadas de los dos partidos que echaba Canal Sur el sábado se comentaban el lunes siguiente en el colegio. Colegio en el que, varios años antes de que el Tamagotchi me convenciera de la necesidad de establecer algún tipo de 'Carnet para Padres', los recreos se hacían más cortos los cursos previos a las Eurocopas y los Mundiales. Por los cromos. Al contrario de lo que se pueda pensar, no era únicamente una actividad que interesaba a los niños. También llamaba la atención de las niñas.

Bueno, en realidad, sólo les llamaba la atención algunos cromos en concreto, como los de Vitor Baia o Paolo Maldini. Sin embargo, no le hacían muchas fiestas a otros como los de Viktor Onopko o Trifon Ivanov. No sé muy bien por qué.

Pero si había un cromo mítico entre los míticos era el de Alexi Lalas en el Mundial de Estados Unidos 94. Y ahí tenía la perilla corta. Por fortuna luego se la dejó crecer; pero siento decir que el hombre se ha echado a perder. Ha empeorado, se ha abandonado y ahora su aspecto es el de un pintas.

Los cromos no sólo tenían como destino el álbum de Panini, sino que también algunos niños los pegaban en las carpetas. Más o menos lo que hacían algunas de las niñas años más tarde con fotos de Ricky Martin. Bueno... por lo menos no eran de Alaska.

Habría muchas, muchísimas cosas por comentar. Tantas como días han pasado desde entonces. Y aunque ya ni siquiera la nostalgia se fabrique como antes, no hay que preocuparse por ir cumpliendo años. De lo que habría que huir es de hacerse viejo, que no es lo mismo. Nos lo explican la Chilindrina, que hoy tiene 62 años; la Popis (doña Florinda) que ya cumplió los 63; la Bruja del 71, fallecida en 1994; y don Ramón, que nos dejó en 1988: